La decisión del Tribunal Constitucional dominicano, que eliminaría la
ciudadanía de hijos de inmigrantes haitianos nacidos en República Dominicana a
partir del año 1929, tiene una semejanza típica al proceso del movimiento del nazismo[1]contra los judíos en el siglo pasado. Esta decisión da a pensar en lo que
dice el filosofo Hegel: «La experiencia y la historia nos
enseñan que los pueblos y los gobiernos nunca han aprendido nada de la Historia
ni han actuando de acuerdo con lecciones deducibles de ella». De otra
forma, la historia, como conocimiento del pasado humano, puede ser una fuente
de referencia para modificar nuestras acciones y evitar de repetir los errores
anteriores, ya que seguimos siendo hombres y semejantes, susceptibles de
cometer las mismas acciones. La diferencia entre unos y otros, como dice Johann
W. Von Goethe, «no hace mucho en la balanza, cuando las pasiones arden y que los límites
prescritos a la humanidad se hacen sentir». Así, para repetir a Paul Morand, «la historia, como un idiota, se
repite mecánicamente». Además de eso, el tiempo y el lugar no impiden la maldad de las acciones de
los hombres, sino su prudencia y responsabilidad para con el otro. Eso es lo
que hace la diferencia.
Con estas líneas, no tengo intención de acusar al gobierno dominicano de
nazi, sino de mostrar que con su decisión, está en el camino de repetir, quizás
sin saberlo, un momento muy oscuro y triste de la historia humana. Estas líneas
son más bien un llamado de atención al gobierno dominicano, diciéndole
simplemente que sea más prudente y responsable en sus acciones políticas para
evitar dejar un sabor amargo en la existencia de ambos pueblos de la isla. Sin
embargo, estoy de acuerdo con que Republica Dominicana fortalezca su política
migratoria, pero que sea mediante medidas políticas éticas, responsables y sin
discriminación. La búsqueda de soluciones políticas, por medidas discriminatorias,
puede cuestionar todo esfuerzo del gobierno por establecer un Estado de derecho
y democrático.
Hagamos entonces un poco de historia y veremos de qué manera la decisión
del Tribunal Constitucional dominicano está siguiendo exactamente los pasos
históricos del nazismo.
El nazismo, como sentimiento racista y discriminatorio contra los judíos,
no nació con la segunda guerra mundial, sino que es el resultado de un largo
proceso, ya que muchos años antes había existido en Europa central un virulento
antisemitismo. Por decirlo así, el nazismo es un paso de sentimientos de odio a
leyes discriminatorias que dio lugar a los acontecimientos de la segunda guerra
mundial que todos sabemos.
Las corrientes de pensamiento tomadas por el nazismo como propias fueron desarrolladas
por Guido Von List y Gorg Lanz Von Liebenfels mucho antes de la segunda guerra
mundial. Según su doctrina ariosófica, el hombre, identificado con el ario
rubio y de ojos azules, se había desarrollado paralelamente a una raza inferior
compatible en términos de reproducción con el verdadero hombre. De esta unión
habían nacido las razas inferiores, de aquellas la raza judía era considerada
como la anti-raza[2]. En
este sentido, Adolf Hitler fue el protagonista y provocador de una
escalofriante historia que llevó al mundo a la segunda guerra mundial, pero sus
ideas no eran originales. Irónicamente, según informaciones sobre la
ascendencia de Hitler, posiblemente su abuelo paterno, de la familia
Frankenberger, fuera de origen judío, porque los Frankenberger eran judíos[3].
No me sorprendería tampoco que algunos de estos dominicanos, hostiles a los
haitianos y dominicanos de padres haitianos, tuvieran ascendencia haitiana.
En este ambiente de odio al pueblo judío, nació la sociedad Thule, fundada por
Rudolf Von Sebottendort el 17 de agosto de 1718. Una sociedad ocultista secreta destinada a perpetuar la ideología del
antiguo paganismo germano, difundiendo el antisemitismo, racismo, y que tuvo mucha influencia
en el surgimiento del nazismo. De esta
sociedad, surgió en enero de 1919 el
“Partido Obrero Alemán” (DAP: Deutsche
Arbeiter Partei), porque
sus fundadores eran todos miembros de esa sociedad.
Poco tiempo después de la afiliación de Hitler a este partido, el nombre se
cambió en “Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores” (NSDAP: Nationalsozialistische deutsche Arbeiterpartei). En la celebración
de su primero mitin en febrero de 1920, Hitler leyó los 25 puntos del programa
del partido que proponía la unión de todos los alemanes y que sólo las personas
de sangre o raza alemana pudiesen ser ciudadanos del Estado. Hitler subió al
poder el 30 de enero de 1933, nombrado canciller del Reich por el presidente
Hindenburg, y empezó a destituir arbitrariamente los funcionarios judíos y
boicotear, en toda Alemania, tiendas y negocios judíos. Al lado de estas
medidas y actos sin marco jurídico, Hitler quiere tener una base legal para
justificar su política anti-judía. Así a partir de abril se estableció unas
primeras leyes contra los judíos. Durante los seis años que siguieron, la
comunidad judía sería ultrajada. Entre 1933 y 1939 se aprobaron en Alemania
muchas leyes contra los judíos. «Les
privaron de su ciudadanía, reduciéndoles al status de siervos»[4].
Ese ejercicio político del Estado, Foucault lo describe como biopolítica, el
poder político sobre la vida, susceptible de «hacer vivir y dejar morir»[5], dando lugar
a un derecho desequilibrado por tener la posibilidad de matar: «no es el
derecho de hacer morir o de hacer vivir. No es tampoco el derecho de dejar
vivir y dejar morir. Es el derecho de hacer morir o dejar vivir. Lo cual, desde
luego, introduce una disimetría clamorosa»[6]. El ejercicio de este poder institucional
sobre la vida alcanzaba su forma más cruel durante el nazismo. Este tipo de
política de exterminación y muerte, en la que las medidas jurídicas incluyen y
excluyen al otro (la vida humana), por el poder soberano, da lugar a la
violencia del derecho o violencia institucional, considerando el caso actual de
la Republica Dominicana. Este tipo de poder funciona al distinguir los que
tienen el derecho a la muerte de los que tienen el derecho a la vida.
Esta biopolítica, según Giorgio Agamben, transforma la vida humana en un
objeto (desnuda la vida) de cálculos y mecanismos de control disciplinario del
Estado. La nuda vida, frente al modelo de soberanía, se convierte en una mera cosa
en las manos del poder, «ha quedado liberada en la ciudad, no simplemente
excluida, con ello pasa a ser objeto y sujeto del implacable ordenamiento
político»[7]. Uno de
los fundamentos de esa política consiste en la materialización de la vida
humana que es eliminable, despojada de todo valor político y desprovista de
significación. Todo eso en el nombre del derecho que debería garantizar la
protección, pero legitima la muerte y la negación del otro como la garantía
para mantener el orden público y político. Ésta es la contradicción de la práctica
política que, queriendo regular y controlar una situación, recurre a medidas jurídicas
extraordinarias que amenazan la vida y la existencia. A eso los políticos y
magistrados lo llaman ordenamiento jurídico.
Es lo que está pasando ahora mismo en Republica Dominica, con la sentencia
constitucional, contra los haitianos y dominicanos de padres haitianos. Esta
situación no es diferente a lo que pasó en Alemania con el gobierno nacionalsocialista
de Hitler que despojaba a los judíos poco a poco sus derechos de ciudadanía hasta
su vida misma. De esta forma, los magistrados dominicanos están en el camino de
escribir una página lamentable en la historia de su nación. Además, la
barbaridad de la segunda guerra mundial no consiste en una serie de
acontecimientos irrepetibles en las prácticas políticas de hoy, sino que se
repiten desgraciadamente de otras formas, en otros lugares y circunstancias. En
este caso, Alain (Emile Chartier) tiene razón al decir: «La historia es un gran presente, y no
sólo un pasado».
Otro aspecto que caracteriza este ejercicio político, según Carl Schmitt,
es la estratégica de designar al otro como el enemigo que causa las situaciones
desgraciadas de la nación y el peligro del Estado:
La distinción específica de lo
político, a la que pueden reducirse los actos y los móviles políticos, es la
discriminación del amigo y del enemigo. «….». El enemigo político no tiene por qué ser moralmente malo; no tiene por qué
ser estéticamente feo; no tiene por qué actuar como un competidor económico y
hasta podría quizás parecer ventajoso hacer negocios con él. Es simplemente el
otro, el extraño, y le basta a su esencia, el constituir algo distinto y
diferente en un sentido existencial especialmente intenso de modo tal que, en
un caso extremo, los conflictos con él se tornan posibles, siendo que estos
conflictos no pueden ser resueltos por una normativa general establecida de antemano
….[8].
A través del movimiento activo y abierto de discriminación del
antisemitismo, se estigmatizaba a los judíos como degeneración racial,
culpables de las desgracias del Estado. «Todo lo que los nazis odiaban estaba
para ellos simbolizado en los judíos»[9].
Hitler mismo vio en ellos como el peligro y el mal de la nación alemana y
afirmaba: « el judío es...
un parásito, una esponja... un bacilo pernicioso... su presencia es también
semejante a la de un vampiro; dondequiera que se establece, la gente...corre el
riesgo de ser desangrada hasta la muerte»[10].
Acaso ¿no se aparenta a ello la situación de los haitianos en Republica
Dominicana, en cuanto grupo con importancia social y económica en el país?
Después de ser tachados de enemigos de la nación, se procedió a desposeer a
los judíos de sus derechos y sus bienes, separándolos así del resto de la
sociedad. ¿Eso no será el objetivo de la nueva sentencia del Tribunal Constitucional
dominicano? Además de eso, muchos establecimientos públicos fueron señalizados con
el fin de prohibir o desalentar la entrada de los judíos. Es lo que se reserva
a los dominicanos de padres haitianos en la sociedad dominicana, tanto que ya
algunos casos semejantes están pasando, como este joven, Elmo Bida Joseph,
quien no pudo inscribirse en una academia de béisbol, por falta de documentos
legales que no le fueron otorgados[11].
El fallo del Tribunal Constitucional dominicano, en comparación con
antisemitismo, puede verse como una ley antihaitianista,
porque se dirige sólo contra un pueblo, como fue el caso nazi contra el pueblo
judío. A mis ojos, este fallo es una conclusión lógica de un proceso que
comenzó por sentimientos de odio y racistas. El problema aquí no es sólo por la
existencia de una nueva ley sobre la nacionalidad o la migración, sino también porque
ésta se dirige exclusivamente contra un grupo de personas. Uno no sabe que
puede suceder tras esta ley. Eso muestra claramente una actitud sistemática de
aquellos que son hostiles a los haitianos y proponen, contra ellos, medidas legales
discriminatorias para facilitar sus futuras acciones. Esta decisión de persecución
del Tribunal sería una de las más infames del catálogo constitucional
dominicano. En este sentido, no podemos hablar de medidas políticas, sino
racistas y discriminatorias.
Esta medida legal, pero fatua, acabará aumentando si no activando el
sentimiento de odio entre ambos pueblos. Lo que no es una ventaja para ambos
países condenados a existir juntos, como hermanos, ya que comparten una sola
isla. Así que esta decisión sólo puede volverse un mal para ambos pueblos.
Sin embargo, valoro mucho la posición de muchos dominicanos que ven en este
fallo jurídico, una decisión ilógica, insensata y vergonzosa. Frente a esta irresponsabilidad
política, los países de la región, tanto el gobierno haitiano como los
organismos internacionales y las organizaciones de defensa de los derechos
humanos también tienen algo que decir. No pueden hacer silencio, lo cual sería
una forma de colaboración a lo malo. Así no deberíamos olvidar las palabras de
Albert Einstein al decir «el mundo no
está amenazado por las malas personas, sino por aquellos
que permiten la maldad». En el mismo sentido, al retomar las palabras de
Edmond Burke quien afirmó la responsabilidad del hombre con alta claridad: «para que el mal medre, basta que las buenas
personas no hagan nada para impedirlo». Nuestra responsabilidad humana es
impedir todo tipo de actos contra la persona, quienquiera, y la dignidad
humana. A los responsables del gobierno dominicano les incumbe y les conviene,
a final de cuentas, reconsiderar esta actitud política y su responsabilidad, no
sólo frente al pueblo haitiano, sino también ante la humanidad entera.
[1]Movimiento político alemán que se constituyó en 1920 con la creación del
Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo (Nationalsozialistiche
Deutsche Arbeiter-Partei, NSDAP), llamado también nazi por la palabra alemana (Nationalsozialistische).
[2] Cf. M. J. Thornton, El
nazismo 1918-1945, Aparición, auge y
caída del partido nacionalsocialista alemán, Globus, Madrid, 1994 pp.
14-15.
[5] Michel Foucault, Defender
la sociedad. Curso en el Collège de France (1975-1976). México: Fondo de
Cultura Económica, 2002. p.218.
[7] Velamazán Pablo. “Giorgio Agamben: Cartografía de un mundo por
venir”. En: Archipiélago. Barcelona, No. 43 (2000); p.142-143.
[8] Carl
Schmitt, El concepto de lo político.
Traducido de la edición de 1963 por Denés Martos, in http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/CarlSchmitt/CarlSchmitt_ElConceptoDeLoPolitico.htm, 09.10.13
[11]Cf. Ezequiel Abiu López, Buscan
quitarles la nacionalidad a hijos de haitianos nacidos en Dominicana, in
http://www.elnuevodia.com, 03.10.2013.
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