jeudi 13 novembre 2014

Del antisemitismo nazi al antihaitianismo de la decisión del Tribunal Constitucional dominicano. En los pasos de la historia

La decisión del Tribunal Constitucional dominicano, que eliminaría la ciudadanía de hijos de inmigrantes haitianos nacidos en República Dominicana a partir del año 1929, tiene una semejanza típica al proceso del movimiento del nazismo[1]contra los judíos en el siglo pasado. Esta decisión da a pensar en lo que dice el filosofo Hegel: «La experiencia y la historia nos enseñan que los pueblos y los gobiernos nunca han aprendido nada de la Historia ni han actuando de acuerdo con lecciones deducibles de ella». De otra forma, la historia, como conocimiento del pasado humano, puede ser una fuente de referencia para modificar nuestras acciones y evitar de repetir los errores anteriores, ya que seguimos siendo hombres y semejantes, susceptibles de cometer las mismas acciones. La diferencia entre unos y otros, como dice Johann W. Von Goethe, «no hace mucho en la balanza, cuando las pasiones arden y que los límites prescritos a la humanidad se hacen sentir». Así, para repetir a Paul Morand, «la historia, como un idiota, se repite mecánicamente». Además de eso, el tiempo y el lugar no impiden la maldad de las acciones de los hombres, sino su prudencia y responsabilidad para con el otro. Eso es lo que hace la diferencia.

Con estas líneas, no tengo intención de acusar al gobierno dominicano de nazi, sino de mostrar que con su decisión, está en el camino de repetir, quizás sin saberlo, un momento muy oscuro y triste de la historia humana. Estas líneas son más bien un llamado de atención al gobierno dominicano, diciéndole simplemente que sea más prudente y responsable en sus acciones políticas para evitar dejar un sabor amargo en la existencia de ambos pueblos de la isla. Sin embargo, estoy de acuerdo con que Republica Dominicana fortalezca su política migratoria, pero que sea mediante medidas políticas éticas, responsables y sin discriminación. La búsqueda de soluciones políticas, por medidas discriminatorias, puede cuestionar todo esfuerzo del gobierno por establecer un Estado de derecho y democrático.

Hagamos entonces un poco de historia y veremos de qué manera la decisión del Tribunal Constitucional dominicano está siguiendo exactamente los pasos históricos del nazismo. 

El nazismo, como sentimiento racista y discriminatorio contra los judíos, no nació con la segunda guerra mundial, sino que es el resultado de un largo proceso, ya que muchos años antes había existido en Europa central un virulento antisemitismo. Por decirlo así, el nazismo es un paso de sentimientos de odio a leyes discriminatorias que dio lugar a los acontecimientos de la segunda guerra mundial que todos sabemos.

Las corrientes de pensamiento tomadas por el nazismo como propias fueron desarrolladas por Guido Von List y Gorg Lanz Von Liebenfels mucho antes de la segunda guerra mundial. Según su doctrina ariosófica, el hombre, identificado con el ario rubio y de ojos azules, se había desarrollado paralelamente a una raza inferior compatible en términos de reproducción con el verdadero hombre. De esta unión habían nacido las razas inferiores, de aquellas la raza judía era considerada como la anti-raza[2]. En este sentido, Adolf Hitler fue el protagonista y provocador de una escalofriante historia que llevó al mundo a la segunda guerra mundial, pero sus ideas no eran originales. Irónicamente, según informaciones sobre la ascendencia de Hitler, posiblemente su abuelo paterno, de la familia Frankenberger, fuera de origen judío, porque los Frankenberger eran judíos[3]. No me sorprendería tampoco que algunos de estos dominicanos, hostiles a los haitianos y dominicanos de padres haitianos, tuvieran ascendencia haitiana.

En este ambiente de odio al pueblo judío, nació la sociedad Thule, fundada por Rudolf Von Sebottendort el 17 de agosto de 1718. Una sociedad ocultista secreta destinada a perpetuar la ideología del antiguo paganismo germano, difundiendo el antisemitismo, racismo, y que tuvo mucha influencia en el surgimiento del nazismo. De esta sociedad, surgió en enero de 1919 el “Partido Obrero Alemán” (DAP: Deutsche Arbeiter Partei), porque sus fundadores eran todos miembros de esa sociedad.

Poco tiempo después de la afiliación de Hitler a este partido, el nombre se cambió en “Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores” (NSDAP: Nationalsozialistische deutsche Arbeiterpartei). En la celebración de su primero mitin en febrero de 1920, Hitler leyó los 25 puntos del programa del partido que proponía la unión de todos los alemanes y que sólo las personas de sangre o raza alemana pudiesen ser ciudadanos del Estado. Hitler subió al poder el 30 de enero de 1933, nombrado canciller del Reich por el presidente Hindenburg, y empezó a destituir arbitrariamente los funcionarios judíos y boicotear, en toda Alemania, tiendas y negocios judíos. Al lado de estas medidas y actos sin marco jurídico, Hitler quiere tener una base legal para justificar su política anti-judía. Así a partir de abril se estableció unas primeras leyes contra los judíos. Durante los seis años que siguieron, la comunidad judía sería ultrajada. Entre 1933 y 1939 se aprobaron en Alemania muchas leyes contra los judíos. «Les  privaron de su ciudadanía, reduciéndoles al status de siervos»[4].

Ese ejercicio político del Estado, Foucault lo describe como biopolítica, el poder político sobre la vida, susceptible de «hacer vivir y dejar morir»[5], dando lugar a un derecho desequilibrado por tener la posibilidad de matar: «no es el derecho de hacer morir o de hacer vivir. No es tampoco el derecho de dejar vivir y dejar morir. Es el derecho de hacer morir o dejar vivir. Lo cual, desde luego, introduce una disimetría clamorosa»[6]. El ejercicio de este poder institucional sobre la vida alcanzaba su forma más cruel durante el nazismo. Este tipo de política de exterminación y muerte, en la que las medidas jurídicas incluyen y excluyen al otro (la vida humana), por el poder soberano, da lugar a la violencia del derecho o violencia institucional, considerando el caso actual de la Republica Dominicana. Este tipo de poder funciona al distinguir los que tienen el derecho a la muerte de los que tienen el derecho a la vida.

Esta biopolítica, según Giorgio Agamben, transforma la vida humana en un objeto (desnuda la vida) de cálculos y mecanismos de control disciplinario del Estado. La nuda vida, frente al modelo de soberanía, se convierte en una mera cosa en las manos del poder, «ha quedado liberada en la ciudad, no simplemente excluida, con ello pasa a ser objeto y sujeto del implacable ordenamiento político»[7]. Uno de los fundamentos de esa política consiste en la materialización de la vida humana que es eliminable, despojada de todo valor político y desprovista de significación. Todo eso en el nombre del derecho que debería garantizar la protección, pero legitima la muerte y la negación del otro como la garantía para mantener el orden público y político. Ésta es la contradicción de la práctica política que, queriendo regular y controlar una situación, recurre a medidas jurídicas extraordinarias que amenazan la vida y la existencia. A eso los políticos y magistrados lo llaman ordenamiento jurídico.  

Es lo que está pasando ahora mismo en Republica Dominica, con la sentencia constitucional, contra los haitianos y dominicanos de padres haitianos. Esta situación no es diferente a lo que pasó en Alemania con el gobierno nacionalsocialista de Hitler que despojaba a los judíos poco a poco sus derechos de ciudadanía hasta su vida misma. De esta forma, los magistrados dominicanos están en el camino de escribir una página lamentable en la historia de su nación. Además, la barbaridad de la segunda guerra mundial no consiste en una serie de acontecimientos irrepetibles en las prácticas políticas de hoy, sino que se repiten desgraciadamente de otras formas, en otros lugares y circunstancias. En este caso, Alain (Emile Chartier) tiene razón al decir: «La historia es un gran presente, y no sólo un pasado».

Otro aspecto que caracteriza este ejercicio político, según Carl Schmitt, es la estratégica de designar al otro como el enemigo que causa las situaciones desgraciadas de la nación y el peligro del Estado:
La distinción específica de lo político, a la que pueden reducirse los actos y los móviles políticos, es la discriminación del amigo y del enemigo. «….». El enemigo político no tiene por qué ser moralmente malo; no tiene por qué ser estéticamente feo; no tiene por qué actuar como un competidor económico y hasta podría quizás parecer ventajoso hacer negocios con él. Es simplemente el otro, el extraño, y le basta a su esencia, el constituir algo distinto y diferente en un sentido existencial especialmente intenso de modo tal que, en un caso extremo, los conflictos con él se tornan posibles, siendo que estos conflictos no pueden ser resueltos por una normativa general establecida de antemano ….[8].

A través del movimiento activo y abierto de discriminación del antisemitismo, se estigmatizaba a los judíos como degeneración racial, culpables de las desgracias del Estado. «Todo lo que los nazis odiaban estaba para ellos simbolizado en los judíos»[9]. Hitler mismo vio en ellos como el peligro y el mal de la nación alemana y afirmaba: « el judío es... un parásito, una esponja... un bacilo pernicioso... su presencia es también semejante a la de un vampiro; dondequiera que se establece, la gente...corre el riesgo de ser desangrada hasta la muerte»[10]. Acaso ¿no se aparenta a ello la situación de los haitianos en Republica Dominicana, en cuanto grupo con importancia social y económica en el país?

Después de ser tachados de enemigos de la nación, se procedió a desposeer a los judíos de sus derechos y sus bienes, separándolos así del resto de la sociedad. ¿Eso no será el objetivo de la nueva sentencia del Tribunal Constitucional dominicano? Además de eso, muchos establecimientos públicos fueron señalizados con el fin de prohibir o desalentar la entrada de los judíos. Es lo que se reserva a los dominicanos de padres haitianos en la sociedad dominicana, tanto que ya algunos casos semejantes están pasando, como este joven, Elmo Bida Joseph, quien no pudo inscribirse en una academia de béisbol, por falta de documentos legales que no le fueron otorgados[11].

El fallo del Tribunal Constitucional dominicano, en comparación con antisemitismo, puede verse como una ley antihaitianista, porque se dirige sólo contra un pueblo, como fue el caso nazi contra el pueblo judío. A mis ojos, este fallo es una conclusión lógica de un proceso que comenzó por sentimientos de odio y racistas. El problema aquí no es sólo por la existencia de una nueva ley sobre la nacionalidad o la migración, sino también porque ésta se dirige exclusivamente contra un grupo de personas. Uno no sabe que puede suceder tras esta ley. Eso muestra claramente una actitud sistemática de aquellos que son hostiles a los haitianos y proponen, contra ellos, medidas legales discriminatorias para facilitar sus futuras acciones. Esta decisión de persecución del Tribunal sería una de las más infames del catálogo constitucional dominicano. En este sentido, no podemos hablar de medidas políticas, sino racistas y discriminatorias.

Esta medida legal, pero fatua, acabará aumentando si no activando el sentimiento de odio entre ambos pueblos. Lo que no es una ventaja para ambos países condenados a existir juntos, como hermanos, ya que comparten una sola isla. Así que esta decisión sólo puede volverse un mal para ambos pueblos.

Sin embargo, valoro mucho la posición de muchos dominicanos que ven en este fallo jurídico, una decisión ilógica, insensata y vergonzosa. Frente a esta irresponsabilidad política, los países de la región, tanto el gobierno haitiano como los organismos internacionales y las organizaciones de defensa de los derechos humanos también tienen algo que decir. No pueden hacer silencio, lo cual sería una forma de colaboración a lo malo. Así no deberíamos olvidar las palabras de Albert Einstein al decir «el mundo no está amenazado por las malas personas, sino por aquellos que permiten la maldad». En el mismo sentido, al retomar las palabras de Edmond Burke quien afirmó la responsabilidad del hombre con alta claridad: «para que el mal medre, basta que las buenas personas no hagan nada para impedirlo». Nuestra responsabilidad humana es impedir todo tipo de actos contra la persona, quienquiera, y la dignidad humana. A los responsables del gobierno dominicano les incumbe y les conviene, a final de cuentas, reconsiderar esta actitud política y su responsabilidad, no sólo frente al pueblo haitiano, sino también ante la humanidad entera.


[1]Movimiento político alemán que se constituyó en 1920 con la creación del Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo (Nationalsozialistiche Deutsche Arbeiter-Partei, NSDAP), llamado también nazi por la palabra alemana (Nationalsozialistische).
[2] Cf. M. J. Thornton, El nazismo 1918-1945, Aparición, auge y caída del partido nacionalsocialista alemán, Globus, Madrid, 1994 pp. 14-15.
[3] Cf. Ibídem, p. 20-24.
[4] Ibídem, p. 99.
[5] Michel Foucault, Defender la sociedad. Curso en el Collège de France (1975-1976). México: Fondo de Cultura Económica, 2002. p.218.
[6] Ídem.
[7] Velamazán Pablo. “Giorgio Agamben: Cartografía de un mundo por venir”. En: Archipiélago. Barcelona, No. 43 (2000); p.142-143.
[8] Carl Schmitt, El concepto de lo político. Traducido de la edición de 1963 por Denés Martos, in http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/CarlSchmitt/CarlSchmitt_ElConceptoDeLoPolitico.htm, 09.10.13
[9] M. J. Thornton, El nazismo 1918-1945, P. 19.
[10] Idem
[11]Cf. Ezequiel Abiu López, Buscan quitarles la nacionalidad a hijos de haitianos nacidos en Dominicana, in  

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